El 23 de enero de 1960, el batiscafo Trieste, construido en Italia bajo el diseño de Auguste Piccard y tripulado por su propio hijo Jacques Piccard y Don Walsh, fue el primer submarino tripulado en alcanzar el fondo de la fosa Challenger, en las Marianas, a una profundidad récord de 10.911 metros, en una inmersión que formaba parte del ProyectoNekton.
El Trieste fue definido por los
Piccard como un batiscafo, una esfera que alojaba a la tripulación más una
cámara de flotabilidad rellena de gasolina, con capacidad para navegar por si
mismo, frente a las anteriores batisferas, esferas de acero selladas
herméticamente con una mirilla de observación en cristal reforzado, que pendían
de un barco mediante un cable también de metal, que las proveían de
electricidad, telecomunicaciones y aire.
Para soportar las enormes presiones a
las profundidades de la fosa Challenger, la esfera del Trieste tenía un espesor
de casi 13 centímetros, y en su interior apenas cabían dos personas. Su
descenso le llevó 4 horas y 47 minutos, y una vez en el fondo sus tripulantes
observaron el entorno durante veinte minutos antes de regresar a la
superficice, en una subida de 3 horas y 15 minutos.
Discovery Channel emitió un
programa el 2009 en que se sugiere que la gran fosa es una amplia zona de subducción de la corteza terrestre que se sumerge bajo el manto
tectónico, donde la placa del Pacífico es subducida bajo la pequeña placa de
las Marianas. Lo que explica la existencia del archipiélago y su constante
actividad volcánica. La poca actividad telúrica se explicó por la existencia de
una franja de roca suave disgregada a modo de lubricante que evita el roce
brusco entre la placa superior y la que se hunde.
“Las
partes más profundas del mar no son ciertamente zonas muertas”, confirmó uno de
los autores del estudio, el Dr. Robert Turnewitsch.
Desde
el año 2010 que los científicos de la investigación han sumergido un submarino
no tripulado que recoge varias muestras en lo más profundo de las rocas de la
Fosa de las Marinas, lugar bautizado 1872 como el Abismo de Challenger. Solo
hace algunos meses pudieron confirmar algo que ya intuían: que existen una
gran cantidad de microbios en abismos poco explorados que respiran aire. Estos
sobreviven gracias a la alimentación de plantas muertas y otras especies sin
vida que logran llegar a lo más profundo por las corrientes. Existen plantas
y peces que habitan en profundidades increíbles, no a 11
kilómetros de profundidad, pero lo suficientemente cerca para llegar hasta
abajo cuando mueren.
La
microvida en el sector más profundo de la fosa, llamado Hadal, cumple un rol
fundamental en el ciclo del carbono, lo que es bastante positivo para combatir
el cambio climático.
“El
hecho de que grandes cantidades de materia orgánica que contiene carbono se
acumulen y almacenen en Hadal, significa que juegan un papel protagónico en la
eliminación de carbono del Océano y la atmósfera suprayacente. O sea
que las fosas abisales son una de las partes más importantes en el ciclo global
del carbono marino”. Explica Turnewitsch.
Hace
más de 50 años, dos hombres subieron a un sumergible masiva-dirigible como,
descendieron unos 35.800 pies (10.912 metros) hasta el punto más profundo del
océano, y se convirtieron en los primeros en observar el oscuro submundo de una
de la Tierra de la más extrema ambientes. Nadie había vuelto desde entonces,
hasta el 26 de marzo del 2012, cuando James Cameron, una residencia
explorer-in-National Geographic, hizo una inmersión en solitario récord al
Abismo Challenger en la Fosa de las Marianas.
MARIA LAINEZ PEREIRA