El DeepSea Challenger es un sumergible de grandes
profundidades, construido en Australia por la compañía Acheron Project en el
año 2011, con la intención de llevar a James Cameron a la fosa de
las Marianas, el punto más profundo de la Tierra. En sus poco más de 7 metros
de longitud el submarino porta un gran número de equipos para la toma de
muestras e imágenes del fondo marino.
Para la construcción del
DeepSea Challenger, el ingeniero australiano Ron Allum tuvo que hacer frente a un gran número
de desafíos, como la creación de nuevos materiales, propulsores adaptados a
altas presiones, nuevas luces y tipos de cámaras o cables de comunicaciones que
permiten la trasmisión del sonido a través del casco del sumergible.
Uno de los nuevos
materiales creados para el proyecto es una espuma sintáctica llamada Isofloat,
capaz de soportar enormes presiones. Construir el casco del DeepSea Challenger
con esta espuma le permitió a los ingenieros incorporar los propulsores dentro
de la espuma sin utilizar un armazón de acero. La espuma también alberga las
baterías de litio que alimentan los equipos y los más de 180 sistemas a bordo
del sumergible, desde los propulsores o el soporte vital a las cámaras 3D o las
luces LED.
La esfera para el piloto
es de 1,1 metros de diámetro, con un espesor de 64 mm, y tiene capacidad para
solo un tripulante, al que provee con oxígeno, calor, y mantiene a salvo de las
grandes presiones. Pero el espacio es tan reducido que el piloto lleva las
piernas encogidas todo el rato y apenas puede mover los brazos. Debajo del
asiento del piloto se encuentran las baterías de emergencia. A la derecha del
piloto están los compartimentos de tratamiento de aire, y a su izquierda, el
tablero de mandos. En frente tiene una pantalla que proyecta imágenes del
exterior, mientras que una pantalla táctil le sirve para monitorizar los
sistemas del sumergible. Además, en el interior de la esfera hay comida, agua y
los mandos de los propulsores.
El
submarino está equipado con botellas de oxígeno suficiente para 56 horas,
mientras que el CO2 se elimina mediante unos scrubbers. El vapor de agua
de la respiración y el sudor del piloto que se condensa en la superficie de la
esfera es recogido en una bolsa para ser utilizado como bebida en caso de
emergencia, utilizando una pajita especial diseñada para filtrar los
contaminantes. Cada cierto tiempo el sumergible envía automáticamente
lecturas de presión, temperatura, niveles de oxígeno, etc. a la superficie que
son revisados en el buque nodriza. En caso de emergencia, el submarino podría
ascender en solo una hora a la superficie.
El sumergible
pesa casi 12 toneladas, y lleva 500 kg de lastre sólido que le ayudan a
sumergirse, y del que se libera por electromagnetismo para volver a la
superficie. Este sistema cuenta hasta con 5 sistemas distintos de respaldo en
caso de fallo. Fue diseñado a lo
largo de un eje vertical, lo que favorece su desplazamiento a través del agua.
Una vez en el fondo, el submarino se propulsa mediante 12 propulsores que le
permiten alcanzar una velocidad de 3 nudos (5,5km/h) horizontalmente y de 2,5
nudos (4,6km/h) verticalmente.
El sumergible está equipado con un brazo hidráulico para la toma de muestras y con cuatro cámaras exteriores para la captura de imágenes del entorno y de la fauna. El submarino también cuenta con otros dos brazos, uno equipado con un foco de luz y el otro con una cámara 3D. Durante la expedición el piloto puede grabar un cuaderno de bitácora en vídeo 3D, y comunicarse con la superficie por voz o por mensajes de texto.
Aunque el DeepSea
Challenger no batió el record de profundidad del Trieste por muy poco,
descendiendo hasta los 10.898 metros, sí superó ampliamente el tiempo en el
fondo de la fosa, pasando de las tres horas en las que el famoso director de
cine tomó muestras y realizó grabaciones en tres dimensiones.